La Asamblea general de la noche ayer domingo 29 de mayo fue una de las más difíciles, de las más tensas que hemos vivido desde que todo esto comenzó hace apenas dos semanas. Un grupo de moderación visiblemente agotado contrastaba en sus sentimientos y sus opiniones con una asamblea entusiasmada por el modo en que la chispa está prendiendo espectacularmente dentro de nuestras fronteras y fuera de ella (Atenas, París, Bruselas, Lyon…). El sentimiento general era masivamente favorable a mantener la acampada sin condiciones y a organizar la extensión y profundización del movimiento, así como a afrontar sin dilaciones los problemas que pudiese haber en la acampada misma ; y eso no hacía sino multiplicar la sospecha generalizada ante un equipo de moderación que parecía favorecer al contrario las opiniones opuestas a esta opinión general de la asamblea, y cuya utilización de ciertas palabras huecas (« reestructuración » del campamento que mantendría las comisiones y grupos de trabajo sin el campamento mismo, pero sin nunca aclarar cómo se conseguiría esto ; « movimiento » completamente indeterminado que continuaría sí o sí aunque se levante la acampada) no contribuían desde luego a la confianza en el seno de la Asamblea.
Ninguna decisión, ningún consenso fue alcanzado ayer. Pero eso no evita que este desfase se revelase con toda claridad. La Asamblea se cerró con la propuesta no completamente definida de reflexionar estos días antes de volver a convocar una Asamblea general para decidir sobre la continuidad de la acampada. Seguramente lo más urgente es entonces que esta reflexión se acompañe de una rotación lo más completa posible en los puestos que sufren más desgaste en la acampada : todas la comisiones, y en particular y muy fundamentalmente la comisión de dinamización de asambleas. Ayer se mostró que hay gente muy agotada en Sol. Por tanto, lo esencial hoy es que el entusiasmo compartido en las opiniones de la Asamblea general se transforme en trabajo. Este trabajo, es un trabajo de organización, que debe probar los próximos días su capacidad. Poner el entusiasmo a trabajar es la única manera en que las sospechas podrán acabarse. Sobre todo, lo fundamental ahora, es que la base organizativa que hemos alcanzado ni se diluya ni se divida en facciones.
Esta organización es la que nos permite reunirnos y actuar : sin ella, no hay lucha ni movimiento. Para que no haya suspicacias en cuanto a la organización, dos cosas son fundamentales. Una, que los puestos roten, que no se cree una diferencia estable entre los que trabajan y los que opinan, y más concretamente entre la moderación de la asamblea y entre el público de la asamblea. Y dos, que todo salga a la luz, que todo en la organización se haga público, se publique, y se clarifique en las asambleas. En las asambleas, para que no haya embrutecimiento general y suspicacias, hay que conseguir hablar de « hombre a hombre » de adulto a adulto ; todo el mundo entiende entonces si el que le habla le engaña o no. Los sentimientos no son irracionales, los sentimientos expresan opiniones sobre lo justo y lo injusto. Pero el problema es que los sentimientos van demasiado rápido : sólo mediante la palabra el sentimiento de justicia se organiza para poder traducirse en un trabajo que introduzca una práctica real y concreta de la justicia. Hay que conseguir que las asambleas sobre todo no se embrutezcan, que no se dirija en ellas la opinión de los allí reunidos, si no queremos que se conviertan en un parlamento con sus partidos ya claramente definidos, su lucha de facciones, sus mayorías y sus minorías, etc. La asamblea es la fórmula que permite pasar de la palabra a la acción en el seno de la igualdad ; un parlamento nunca conseguiría esto, es un cuerpo que manda, necesita a un cuerpo que meramente ejecute órdenes, que obedezca.
Todo esto (la rotación en comisiones y en los lugares de la asamblea ; volver completamente pública y transparente la organización) remite a una misma dificultad. Lo que ocurre en Sol desde la noche del domingo 15 de Mayo, ha sido completamente imprevisible y nos ha sorprendido a todos. Al mismo tiempo, este acontecimiento imprevisible está demostrando tener una potencia política enorme. Pero esta potencia política, que ha cogido a todos desprevenidos, se acompaña de una esterilidad teórica igual de importante, tanto dentro como fuera de la acampada (los artículos de opinión en los medios consolidados o « alternativos », por ejemplo). Tanto entre los que llaman a consensuar puntos mínimos de reforma como entre los que llaman a continuar hasta el final la revolución, nadie parece haber entendido gran cosa. Las siguientes líneas tienen por único objeto contribuir a clarificar lo sucedido.
¿ Qué ha pasado ? Lo que aconteció la noche del 15 de mayo, puede resumirse en muy pocas palabras : De repente, la asamblea se volvió pública. Esto no es, por decirlo así, un cambio cuantitativo (hay un gran número de personas que se reúnen en Sol), sino a un cambio cualitativo. Desde luego, esto sólo ha sido posible porque hay una fuerte cultura asamblearia de base en Madrid. Pero lo fundamental es que las asambleas en las casas ocupadas, en los colectivos llamados « movimientos sociales », son completamente diferentes de las que tienen lugar en Sol y en tantas partes ahora mismo. Desde un punto de vista político, estas asambleas bien llamadas de « autogestión » no tienen ninguna significación (lo que no quiere decir que no sean importantes como resistencia social o para los individuos que participan en ellas), porque no se efectúan en la plaza pública, donde pasa todo el mundo (el pueblo) y cualquiera mira y opina. Esto quiere decir que no alteran en nada las formas de poder público establecido. La manifestación del 15 de mayo, con su convocatoria apartidista, consiguió que saliera a la calle algo así como un pequeño pueblo (es decir, gente de diferentes clases sociales, de ideologías diferentes o sin ideologías definidas, etc.). Esa composición, ese pequeño pueblo es la que da vida a la asamblea de Sol, y se extiende poco a poco. Un pueblo compone la asamblea, mientras que una ciudad se organiza en Sol.
Que la Asamblea se haya vuelto pública, es un acontecimiento extraordinario desde un punto de vista político, y es eso lo que nos ha sorprendido a todos. Por primera vez tras largos años de luchas negativas que desgastan enormemente (todos los movimientos anti-) tenemos una forma positiva de organización popular : empezamos a tener algo que afirmar. Antes, hasta la caída del muro de Berlín, había una división fundamental que organizaba el mundo : capitalismo y comunismo. Lo que aglutinaba a los movimientos de emancipación del mundo entero, era el comunismo como horizonte, movimiento real, etc. Con el muro, cayó esta división, y todo un modelo de emancipación entró en crisis. La importancia extraordinaria de lo que empezó el 15 de Mayo, es que tal vez hemos encontrado otra unidad afirmativa posible de las luchas de emancipación. Esto es lo que hay que investigar concienzudamente. « Otro mundo es posible », decíamos : tal vez desde el 15 de Mayo otro mundo ha comenzado a volverse real, a realizarse.
¿ Qué significa el hecho de que la asamblea se haya vuelto pública ? En primer lugar, que un contrapoder está en las calles : esto quiere decir que estamos haciendo política, nos estamos organizando y no sólo autogestionando. La asamblea es un poder público horizontal, en que la iniciativa va de abajo a arriba, es una forma de democracia directa ; se opone fundamentalmente al parlamentarismo, que siempre remite a formas de oligarquía que monopolizan la opinión y sólo piden la aclamación de la masa organizada en partidos (y cada vez más, desde la caída del muro, en un partido único, el partido de los oligarcas). En la asamblea el pueblo organiza su opinión de modo razonado : no cuenta el número de voces sino la calidad de las opiniones. Una opinión tiene más calidad cuanto más pluralidad de opiniones expresa, cuanto más se pone en el lugar de la pluralidad de modos de ver y de sentimientos de lo justo y de lo injusto que expresan estos modos de ver.
La forma asamblea se opone fundamentalmente a la forma parlamento, sin acuerdo posible. Incluso las opiniones parlamentarias o reformistas deben pasar por la asamblea. La asamblea es condición de posibilidad del movimiento. Si la permanencia de la acampada o de la pequeña ciudad que se ha montado en Sol importa, es precisamente por esta oposición. Esta oposición conlleva una lucha. Es la lucha entre el movimiento asambleario y las formas parlmentarias establecidas con su monopolio de la opinión (siempre hace falta gente que mande y otros que obedezcan, el pueblo no puede autoorganizarse, necesitamos a líderes, etc.). De este monopolio de la opinión, que se reproduce en todos los aparatos de Estado (universidad, medios de comunicación, etc.) depende su monopolio de la violencia (la policía) y su monopolio de la riqueza (capital). Esta lucha no es una lucha entre una democracia real utópica y una democracia parlamenteria realista : es la lucha entre la democracia y la oligarquía. En las asambleas el pueblo organiza su opinión por primera vez tras larguísimos años de silencio, de monopolio estatal. En las asambleas el pueblo tiene poder, esto es, capacidad de actuar políticamente. No podemos pensar en extender las asambleas (y llamar a esto vagamente el movimiento) sin tener en cuenta que las asambleas son reales sólo si el poder está en la calle, si la posibilidad de actuar está en juego, y por tanto el proceso de decisión no es una parodia del parlamento.
Por tanto en este movimiento (social) y en esta lucha (política), no puede haber acuerdo de mínimos, por la forma misma de la asamblea. Buscar un acuerdo de mínimos precipita el tiempo de reflexión, provoca suspicacias, falsea la asamblea (y por tanto la organización del poder popular, lo único que tenemos). Un acuerdo de mínimos, sólo puede tener dos vías de salida : o bien se propone como reforma al parlamento (¿ pero qué capacidad de exigencia tenemos si se disuelve la asamblea ?), o bien se propone como programa de gobierno de un partido nuevo. Lo importante, es que tanto en un caso como en otro, la consecuencia es que las asambleas dejan de tener sentido, dejan de existir, la oligarquía recupera su poder, y con ella el mismo mundo asqueroso e injusto contra el que todos nos rebelamos.
En este punto, hay por tanto dos cosas en juego. Un movimiento social asambleario y una lucha política de la democracia contra la oligarquía. La forma asamblea es revolucionaria de por sí : no puede haber compromiso entre parlamentarismo y asamblearismo como estructuras de poder, del mismo modo que no hay compromiso posible entre democracia y oligarquía. Si el parlamentarismo triunfa, nuestras reivindicaciones sociales y económicas quedarán en nada. Cuánto más ganemos en la lucha política contra el parlamentarismo, más éxito tendrán nuestras reivindicaciones.
Asamblea (horizontalidad, « ni mandar ni obedecer », organización de la opinión colectiva, iniciativa desde abajo a arriba, posibilidad de federaciones de todo tipo) y Parlamento (partidos, agrupación de voces según votos, monopolio de la opinión, de la violencia y de la riqueza, soberanía del Estado-nación) son irreconciliables. El Capital y el Estado no se oponen en nada : son en todo amigos, se necesitan mutuamente, resumen la alianza de los oligarcas.
Pero ni la autogestión ni el anticapitalismo o el antiestatalismo no pueden hacer nada contra esta alianza. Sólo la asamblea como forma de poder público es el inicio posible de algo nuevo. Es imprescindible entender por tanto la cuestión del poder, como capacidad de actuar (H. Arendt), y no dejarla de lado. Las asambleas deben extenderse por todas partes, ciertamente, pero las asambleas sólo tienen sentido si hay capacidad de actuar (y no de proponer enmiendas populares a sus « superiores » del parlamento). Si la idea del asamblearismo se extiende sin conducir al mismo tiempo la lucha por el poder público, las asambleas seguirán probablemente, pero la batalla política estará perdida, dejaremos el poder en manos de los que lo tienen ahora, las asambleas se refugiarán en lugares no públicos, que pueden funcionar perfectamente sin alterar en nada el poder de las oligarquías.
Para ello, debe haber una lucha entre la democracia y la oligarquía por el poder público. Esta lucha, se desarrolla también en internet (el espacio virtual), ciertamente, pero fundamentalmente en la calle, en las plazas, en los espacios públicos físicos. ¿ Por qué ? Es muy sencillo : lo que hay en el horizonte de toda lucha política, es la posibilidad de aniquilar físicamente al adversario (Schmitt, Clausewitz, Weber…). El monopolio de la violencia por parte del Estado no tiene otro sentido. Desde el principio el movimiento ha sido no violento ; y eso es precisamente porque una parte del poder está en la calle. Es el poder popular que ahora mismo está en la calle lo que permite actuar y no sustituir la acción por la violencia desesperada. La oligarquía tiene mucha posibilidad de violencia, infinita ; pero en la lucha política lo que cuenta no es la violencia, sino el poder. Si hacemos bien las cosas, si aumentamos nuestro poder, la violencia cada vez será más inútil.
Pero una vez más, esto depende de llevar la lucha en dos frentes : 1/ extender la idea del asamblearismo como forma de organizar el poder popular por todas partes, en toda la sociedad. 2/ luchar por la democracia en los espacios públicos contra la oligarquía.
La decisión de desmantelar o no la acampada de Sol debe depender de la comprensión previa del papel de esta acampada en la lucha política de la democracia contra la oligarquía por el poder público.
¿ Qué es la acampada ? La acampada no es una casa ocupada, la acampada es una ciudad, con sus límites, sus suministros, la gente que trabaja en ella, los que viven en ella… El pueblo organiza su opinión en la Asamblea, pero la Asamblea a la vez se inserta en una ciudad que se ha formado en Sol. Esta cuidad se ganó desde el momento en que la policía dejó de ser una amenaza constante. Los antidisturbios detrás de la valla marcan los límites de la ciudad. Por tanto toda decisión en cuanto a desmontar o no la acampada depende de entender que no hay pueblo (gente) si no hay ciudad (espacio físico limitado). ¿ Cómo podría cambiar la acampada para seguir siendo una ciudad, y para volverse más grande, más amplia, más inclusiva, ganando a su vez más espacio al poder físico de la oligarquía ?
La ciudad de Sol debe continuar, si queremos que el movimiento asambleario continúe. Para ello, debe luchar como espacio público democrático contra los poderes oligárquicos, en Madrid y fuera de Madrid. No hay pueblo sin ciudad. Pero esto también quiere decir que la asamblea general no debe ser de autogestión : debe ser de autoorganización. Los problemas de Sol no sólo son técnicos, sino políticos. Sol no es el principio de una casa, es el principio de una nueva ciudad, de una nueva república de asambleas. Seamos serios, pensemos como adultos la organización de esta nueva ciudad.
Que la asamblea triunfe frente al parlamento, depende de que esta ciudad se tenga en pie. El poder está en esa ciudad. Cualquier programa acabará con la ciudad. No queramos representarnos ni hagamos programas para representar nada ni a nadie. Confiemos en la gente, organicemos no el poder que habrá sino el poder presente, el poder que ya hay por primera vez en muchos años. « Ligar y federar », como se decía en la Resistencia.